En Cancún se habla de quienes ya dieron el salto y de quienes aún son emergentes. Pero, ¿no será que estas etiquetas dicen más del sistema que de la literatura misma?


Miguel Ángel Meza es un escritor de estilo literario pro, muy pulcro, me encanta, aunque este 2025 no esté en mi top diez. Hace poco el indiscutible máster se lució con una charla de título casi rimbombante: Literatura y metamodernidad en Cancún: leer y escribir la realidad en el siglo XXI. 

Como yo no pude ir, le pedí a mi compa de PapayaLáser, Iván Palma, que se aventara a la atención y casi lo logró, pues me enseñó sus anotaciones y unos vídeos cortos pero sustanciosos; a partir de un extracto puntual, redacto con un enfoque propio.


Clasificación versión Miguel Meza

Meza abordó temas algo interesantes para ciertas personas, y lanzó unas ideas provocadoras, como que está llegando el inminente fin del corrector de estilo, desplazado por la IA. También mencionó nombres de autores en el panorama de la literatura cancunense, aunque lo hizo clasificándolos en dos listas: 
  • los que han dado el salto y 
  • los que considera escritores emergentes


No pretendo refutar algo que tal vez dijo sin algún tipo de rigor o que solo lo tiene como una consideración de quien contempla sabiéndose observador que descubre. Pero lo que sí haré es tomar esas dos categorías que empleó para ponerlas bajo la lupa y que cada uno vea lo que logre ver… 

¿qué significa dar el salto?, ¿qué entendemos por escritor emergente?  

El salto… ¿a dónde?

Recibir premios nacionales o internacionales, mudarse a España… ¿qué es dar el salto? La lógica en su discurso parece validar exclusivamente dimensiones institucionales: editoriales, académicas o de jurados especializados. 

Se comprende tal criterio, aunque revela una reducción peligrosa: asumir que el prestigio se mide por aplausos serios y formales que, en realidad, vienen de círculos cerrados y casi siempre (o siempre) invisibles para la mayoría. 

Surge una pregunta tal vez incómoda: ¿quién, fuera de los circuitos de auténticos literatos y de fachada, conoce o sigue con detalle esas premiaciones?, ¿cuánto de ese reconocimiento “trascendente” llega a la gente común?

Pues la charla misma, que en su título curiosamente incluye “leer y escribir la realidad en el siglo XXI”, da pistas: costó $350 pesitos la entrada. El precio es poco accesible para el cancunense de a pie. La gente no es tacaña, pero obviamente las condiciones económicas y también culturales no permiten este tipo de gasto para este tipo de actividades. 

Es decir, el acceso al conocimiento, a la reflexión y a la discusión estética queda restringido a quienes sí pueden pagarlo (yo no pude, y agradezco el acceso que nos otorgaron). En este sentido, el salto… ¿se trata de un privilegio económico?, ¿algo que puede traducirse en capital cultural y todos los beneficios sociales que puede conllevar?

Premios literarios, popularidad y falacias de legitimidad 

Sin ingenuidad, podemos reconocer que los premios no son un criterio absoluto de calidad. Son falibles, arbitrarios y, no en pocas ocasiones, resultado de sesgos personales de quienes fungen como jurado. La historia de la literatura cuenta con muchos autores rechazados en su momento y canonizados después, como cuando ya ni existen. 

La popularidad tampoco es un criterio absoluto, para nada. Si un escritor acumula miles de seguidores e interacciones en redes sociales no garantiza que su obra cuente con calidad literaria. El aplauso algorítmico es volátil y, frecuentemente, se sostiene por públicos poco exigentes, tal vez por su bajo capital… 

falacias literarias

Ni los premios ni los seguidores masivos constituyen una medida fiable de trascendencia. Ambas visiones caen en falacias:
  • ad verecundiam en el caso de las instituciones, y 
  • ad populum en el caso de la popularidad. 

También es cierto que hay escritores cuya calidad literaria es evidente y de todos modos permanecen inaccesibles para el público general, mientras que otros escriben meras ocurrencias y logran resonar en la gente común. Ambos pues, a su manera, han dado “un salto”. El error es creer que existe un único salto válido y oficial. 

¿Y si el salto no es hacia arriba, sino hacia adentro?

Los escritores “emergentes” de Cancún

En su segunda lista, Miguel Meza, ubica a los “escritores emergentes de Cancún”. Se infiere que emplea la palabra “emergente” para quien aún no ha dado el salto. Entonces aquí vale la pena detenerse un poquito y preguntarnos: ¿qué significa emerger?

Si lo entendemos literalmente, emergente es aquello que brota, que aparece, que comienza a ser visible. En tal sentido, todo escritor es emergente siempre, y sobre todo ahora en este mundo exprés. Hasta los más consagrados emergen con cada obra que publican, o de cierta forma, cuando un oleaje algorítmico los avienta de nuevo a la vista.

Surge un problema cuando se intenta aplicar la categoría de emergente a escritores que llevan años de trayectoria, con publicaciones constantes en antologías, revistas y a veces hasta con decenas de libros. ¿Siguen siendo emergentes?, ¿no han emergido ya en el contexto local, aunque no lo hayan hecho en Madrid o en el circuito de premios institucionales? 

Usar el término así, más que describir un proceso vital de creatividad literaria, parece convertirse en una etiqueta jerárquica: se es “emergente” mientras no se tenga el sello de probación institucional… pero este sello no siempre refleja la calidad de la obra, sino las condiciones de “visibilidad”, los contactos y el capital cultural de quien lo recibe.  

La metamodernidad y lo emergente 

Si la charla de Meza giraba en torno a la metamodernidad, conviene hilar con cuidado: este paradigma reconoce la coexistencia de opuestos, la oscilación entre lo irónico y lo serio, entre lo individual y lo colectivo. 

Aplicándolo a la literatura made in Cancún, tal vez lo metamoderno sea aceptar que el salto no es unívoco: puede ser geográfico, institucional, popular o íntimo. Puede darse hacia la élite de literatos desconectados de la realidad, probablemente en búsqueda de esa vital conexión, o hacia la memoria de lectores comunes. Ninguno de estos saltos es absoluto, todos son, y lo digo con cuidado: relativos y subjetivos. 

La metamodernidad nos hace recordar que no hay un solo salto literario válido. En Cancún, los escritores emergentes y consagrados conviven en una misma escena diversa que desafía tanto a las casi incógnitas instituciones como al caprichoso y maltratado algoritmo. La pregunta es: ¿qué salto queremos dar como comunidad lectora? 

Y tú, ¿qué opinas?

La charla de Miguel Ángel Meza es, sin duda, valiosa. Este tipo de actividades, con costo o sin él, abren la puerta a discusiones que la literatura en Cancún merece y necesita.

No basta solamente escuchar: toca participar, opinar con libertad, investigar con suficiente rigor, analizar y reflexionar con profundidad, y criticar con bases sólidas.

Así podremos construir propuestas en beneficio de la escena literaria del Caribe Mexicano. La literatura no es un pedestal, es un espacio vivo donde cada lector y cada escritor tiene algo que aportar.