Escritores de Cancún: clasificación según Miguel Ángel Meza
26.8.25
En Cancún se habla de quienes ya dieron el salto y de quienes aún son
emergentes. Pero, ¿no será que estas etiquetas dicen más del sistema que de
la literatura misma?
Miguel Ángel Meza es un escritor de estilo literario pro, muy
pulcro, me encanta, aunque este 2025 no esté en mi top diez. Hace poco el
indiscutible máster se lució con una charla de título casi rimbombante:
Literatura y metamodernidad en Cancún: leer y escribir la realidad en el
siglo XXI.
Como yo no pude ir, le pedí a mi compa de
PapayaLáser, Iván Palma, que se aventara a la atención y casi lo logró, pues me enseñó
sus anotaciones y unos vídeos cortos pero sustanciosos; a partir de un extracto puntual, redacto con un enfoque propio.
Clasificación versión Miguel Meza
Meza abordó temas algo interesantes para ciertas personas, y lanzó unas ideas
provocadoras, como que está llegando el inminente fin del corrector de estilo,
desplazado por la IA. También mencionó nombres de autores en el panorama de la
literatura cancunense, aunque lo hizo clasificándolos en dos listas:
los que han dado el salto y
los que considera escritores
emergentes.
No pretendo refutar algo que tal vez dijo sin algún tipo de rigor o que solo
lo tiene como una consideración de quien contempla sabiéndose observador que
descubre. Pero lo que sí haré es tomar esas dos categorías que empleó para
ponerlas bajo la lupa y que cada uno vea lo que logre ver…
¿qué
significa dar el salto?, ¿qué entendemos por
escritor emergente?
El salto… ¿a dónde?
Recibir premios nacionales o internacionales, mudarse a España… ¿qué es dar el
salto? La lógica en su discurso parece validar exclusivamente dimensiones
institucionales: editoriales, académicas o de jurados especializados.
Se comprende tal criterio, aunque revela una reducción peligrosa: asumir que
el prestigio se mide por aplausos serios y formales que, en realidad, vienen
de círculos cerrados y casi siempre (o siempre) invisibles para la
mayoría.
Surge una pregunta tal vez incómoda: ¿quién, fuera de los circuitos de
auténticos literatos y de fachada, conoce o sigue con detalle esas
premiaciones?, ¿cuánto de ese reconocimiento “trascendente” llega a la gente
común?
Pues la charla misma, que en su título curiosamente incluye “leer y escribir
la realidad en el siglo XXI”, da pistas: costó $350 pesitos la entrada. El precio es
poco accesible para el cancunense de a pie. La gente no es tacaña, pero
obviamente las condiciones económicas y también culturales no permiten este
tipo de gasto para este tipo de actividades.
Es decir, el acceso al
conocimiento, a la reflexión y a la discusión estética queda restringido a
quienes sí pueden pagarlo (yo no pude, y agradezco el acceso que nos
otorgaron). En este sentido, el salto… ¿se trata de un privilegio económico?, ¿algo que
puede traducirse en capital cultural y todos los beneficios sociales que puede
conllevar?
Premios literarios, popularidad y falacias de legitimidad
Sin ingenuidad, podemos reconocer que los premios no son un criterio absoluto
de calidad. Son falibles, arbitrarios y, no en pocas ocasiones, resultado de
sesgos personales de quienes fungen como jurado. La historia de la literatura
cuenta con muchos autores rechazados en su momento y canonizados después, como
cuando ya ni existen.
La popularidad tampoco es un criterio absoluto, para nada. Si un escritor
acumula miles de seguidores e interacciones en redes sociales no garantiza que
su obra cuente con calidad literaria. El aplauso algorítmico es volátil y,
frecuentemente, se sostiene por públicos poco exigentes, tal vez por su bajo
capital…
Ni los premios ni los seguidores masivos constituyen una medida fiable de trascendencia. Ambas visiones caen en falacias:
ad verecundiam en el caso de las instituciones, y
ad populum en el caso de la
popularidad.
También es cierto que hay escritores cuya calidad literaria es evidente y de
todos modos permanecen inaccesibles para el público general, mientras que
otros escriben meras ocurrencias y logran resonar en la gente común. Ambos
pues, a su manera, han dado “un salto”. El error es creer que existe un único
salto válido y oficial.
¿Y si el salto no es hacia arriba, sino hacia adentro?
Los escritores “emergentes” de Cancún
En su segunda lista, Miguel Meza, ubica a los “escritores emergentes de
Cancún”. Se infiere que emplea la palabra “emergente” para quien aún no ha
dado el salto. Entonces aquí vale la pena detenerse un poquito y preguntarnos:
¿qué significa emerger?
Si lo entendemos literalmente, emergente es aquello que brota, que aparece,
que comienza a ser visible. En tal sentido, todo escritor es emergente
siempre, y sobre todo ahora en este mundo exprés. Hasta los más consagrados
emergen con cada obra que publican, o de cierta forma, cuando un oleaje
algorítmico los avienta de nuevo a la vista.
Surge un problema cuando se intenta aplicar la categoría de emergente a
escritores que llevan años de trayectoria, con publicaciones constantes en
antologías, revistas y a veces hasta con decenas de libros. ¿Siguen siendo
emergentes?, ¿no han emergido ya en el contexto local, aunque no lo hayan
hecho en Madrid o en el circuito de premios institucionales?
Usar el término así, más que describir un proceso vital de creatividad
literaria, parece convertirse en una etiqueta jerárquica: se es “emergente”
mientras no se tenga el sello de probación institucional… pero este sello no
siempre refleja la calidad de la obra, sino las condiciones de “visibilidad”,
los contactos y el capital cultural de quien lo recibe.
La metamodernidad y lo emergente
Si la charla de Meza giraba en torno a la metamodernidad, conviene hilar con
cuidado: este paradigma reconoce la coexistencia de opuestos, la oscilación
entre lo irónico y lo serio, entre lo individual y lo colectivo.
Aplicándolo a la literatura made in Cancún, tal vez lo metamoderno sea aceptar
que el salto no es unívoco: puede ser geográfico, institucional, popular o
íntimo. Puede darse hacia la élite de literatos desconectados de la realidad,
probablemente en búsqueda de esa vital conexión, o hacia la memoria de
lectores comunes. Ninguno de estos saltos es absoluto, todos son, y lo digo
con cuidado: relativos y subjetivos.
La metamodernidad nos hace recordar que no hay un solo salto literario válido.
En Cancún, los escritores emergentes y consagrados conviven en una misma
escena diversa que desafía tanto a las casi incógnitas instituciones como al
caprichoso y maltratado algoritmo. La pregunta es: ¿qué salto queremos dar
como comunidad lectora?
Y tú, ¿qué opinas?
La charla de Miguel Ángel Meza es, sin duda, valiosa.
Este tipo de actividades, con costo o sin él, abren la puerta a discusiones que la literatura en Cancún merece y necesita.
No basta solamente escuchar: toca participar, opinar con libertad, investigar con suficiente rigor, analizar y reflexionar con profundidad, y criticar con bases sólidas.
Así podremos construir propuestas en beneficio de la escena literaria del Caribe Mexicano. La literatura no es un pedestal, es un espacio vivo donde cada lector y cada escritor tiene algo que aportar.
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