No me gusta preparar enchiladas. Tampoco me gusta publicar por publicar. Pero es que déjame te explico, hay más de una razón por la que este año he pronunciado la terminación de tres obras: Defecto; Seudo (reflexiones ni siquiera absurdas); y Crónica intransigencia de premeditada muerte

En primer lugar, siempre lo he dicho y lo repito, aclaro que si acaso me reconozco como escritor es porque considero que así se llama al que escribe y publica libros, punto y aparte será su estilo, su calidad y otras características, así como expectativas ajenas. Soy escritor pues, no entro en la categoría de poeta. 

Para mí la poesía requiere de muchas precisiones, de mucho cuidado textual, de técnica, de uso de recursos literarios propios de la poesía. Soy consumidor fanático de la poesía, casi tanto como lo soy de la filosofía. Pero esta última me apasiona un poco más, me parece laberíntica y por ende excitante bajo angustia. La poesía en cambio, me parece un poco más placentera, con una angustia un poco más estética, entendiendo muy subjetivamente y a mi modo la palabra estética (que ya poniéndonos estrictos habrá quien analice con herramientas intelectuales ese tema). 

Partiendo de lo antedicho, debido a mi alto respeto por la poesía, ni aunque intentara lograrla me atrevería a presentarme como poeta. Obviamente tampoco me considero filósofo, muchísimo menos. He recibido comentarios de que mi producción literaria es "poesía filosófica", expresión que me parece tan pero tan genial y fantástica que por supuesto que no aplica para mí. Incluso me han llamado filósofo, ante lo cual sinceramente siento pudor y vergüenza (los escritores que más admiro son filósofos). 

Desde mi punto de vista (y sospecho que tengo razón), la filosofía es todavía más compleja que la poesía. Por eso, si cuando amablemente me clasifican como poeta me siento incómodo , cuando alguien me dice filósofo sonrío y trago un poco de saliva, casi pidiendo perdón. 

Entiendo que la gente relaciona a los seres de espíritu crítico y analítico con la filosofía, y a los seres de intensidad con capacidad de embellecer hasta el caos los relacionan con la poesía. Ambas son arte y son esenciales. 

Ahora bien, yo soy escritor. ¿De qué género? Ni siquiera yo lo sé. También han calificado por ahí mi obra como híbrida, pero no es mi afán enlistar los adjetivos con los que amablemente intentan clasificarme. También existe el riesgo falaz de hacerme ver como "muy original" al no poder categorizarme. No, tampoco soy muy original, ni traigo una "propuesta fresca" ni nada de eso... 

Simple y sencillamente soy escritor, uno, por cierto, que ha sido bastante inconstante, por no decir flojo. Desordenado a más no poder, disperso. Con un montón de proyectos inconclusos y algunos malogrados, con chistes y sarcasmos semiliterarios que se me han salido de control. Caprichoso, testarudo, y eventualmente aislado. Con cierto rechazo hacia el afán de sobresalir, el afán de competir en concursos o de ser considerado un referente en algún género literario. Y no, no es por afán, tampoco, de sentirme muy único, sino que todo esto corresponde a mi personalidad, un poco difícil de explicar, pero para nada ejemplar. 

Habiendo contextualizado un poco... si produje tres libros en un año es porque son una porquería (intencional y bienintencionada). No son poesía (tal vez de vez en cuando medio poéticos, medio filosóficos, porque lo medio poético y lo medio filosófico no es poesía ni filosofía necesariamente). Al no ser poesía no exigen cuidados ni mayores revisiones que las de una redacción limpia y correcta, publicable. 

Muy honrado me siento de que, a pesar de que mi obra literaria es mera escritura sin género, ha sido bien comentada y reseñada por personas admirables, gente de gran preparación literaria, académica e intelectual. Las extensas reseñas que generó Defecto por ejemplo, no han dejado de sorprenderme. Un libro que provocó angustia, controversia, ejercicios dialécticos interactivos, y hasta, literalmente, insomnio. 

Hice tres libros en un año porque, como dijera el cantautor Fernando Delgadillo en un concierto al presentar una canción presumiendo haberla hecho en menos de veinte minutos porque "ya tenía muy masticado el tema". Es un caso muy parecido el mío con Defecto y con Seudo, ambos libros ya los traía desde hace años, sin exagerar, revoloteando en la mente. 

Defecto representa toda una discusión que he tenido desde la infancia con las creencias religiosas, las organizaciones lucrativas que manipulan con la fe, los altos poderes humanos corruptos detrás, el concepto de Dios, la idea de la muerte y la angustia humana que acompaña al miedo de la intrascendencia, etcétera. Y sin embargo, el breve libro (en cuanto a extensión textual) no trata esos temas de manera directa, sino que lo hace de una manera literaria al fin y al cabo. De manera que Defecto se escribió accidentalmente y, en el caso de Seudo, lo digo abiertamente, en una maravillosa consecuencia de Defecto. 

Seudo es un reverendo desquicio, una tontería genial; me divertí bastante sufriéndolo, es decir, escribiéndolo. Amé subtitularlo reflexiones ni siquiera absurdas, entre otros motivos, por uno que comentó el escritor Pool DunkelBlau al respecto (en un audio que comparto en este enlace). Entonces Seudo es, como le platiqué a mi camarada Marena, un escupitajo creativo. Como cuando me ponía a jugar con un vecino a ver quién escupía más lejos (con Seudo le habría ganado, estoy seguro). Si acaso lo escribí en cuestión de tres semanas, ya que consiste en microtextos con ideas muy puntuales y por decirlo de algún modo sencillo y moderado: atrevidas. ¿Insolentes? 

¿Qué decir en el caso de Crónica intransigencia de premeditada muerte? Este libro que suelo preferir abreviar con las siglas CIDPM, es todavía más entendible su aparición "espontánea". En realidad este libro, co-creado con Marena X. Sepúlveda, llevaba ya, si no me ekiboko, kazy un par de años en el archivo semimuerto. 

Así que no, no son enchiladas. Uno es una discusión inherente en mí, el otro una divertida consecuencia, y CIDPM un proyecto que había estado estacionado. Sin embargo, me importa un comino si el próximo año llegara a ocurrir que publique otra vez otras tres obras o hasta más, que al fin y al cabo no soy filósofo ni poeta, sino un simple escritor caprichoso con intenciones muy particulares que dejo ver poco a poco en cada presentación.