
Rockdrigo González, el “Profeta del Nopal”: música rupestre, underground y rock mexicano
¿Cómo llegaba la música underground a quienes crecimos en los noventa y dos mil? En mi caso, con suerte: entre cassettes y recomendaciones de patio escolar conocí la música rupestre y, con ella, a Rockdrigo González. Buscaba canciones que pensaran: letras que siguieran trabajando en la cabeza después del último acorde. Ahí Rockdrigo abrió la puerta grande del rock mexicano con una voz urbana, irónica y poética.
La primera vez que sonó “No tengo tiempo…”
En la secundaria, el clásico compañero con guitarra tocó una rola que me cimbró. No era trova dulce ni balada radial: eran imágenes de ciudad, humor áspero y melancolía inteligente. Desde entonces entendí que Rockdrigo no era solo cantautor: era poeta con guitarra, cronista de la calle y de la vida común.
Quién fue Rockdrigo (y por qué importa hoy)
Rockdrigo González (Tampico, 1950 – Ciudad de México, 19 de septiembre de 1985) fue referente del movimiento Rupestre: proyectos acústicos y DIY que privilegiaron la palabra, el ingenio y la mirada crítica. Su obra mezcla huapango, folk, blues y rock con una escritura urbana que retrata desempleo, transporte, amores rotos y rutinas chilangas con humor y filo.
Publicó en vida un solo casete, Hurbanistorias (12 canciones), que vendía al final de sus tocadas; después de su partida llegaron reediciones y recopilaciones. Entre sus temas más reconocidos están “Estación del Metro Balderas”, “Vieja ciudad de hierro”, “Distante instante” y “No tengo tiempo de cambiar mi vida”.
Legado rupestre: ética y estética
La música rupestre no fue solo un sonido: fue una actitud frente a la industria y la ciudad. Guitarra, armónica y palabra para contar lo que no salía en los espectaculares: la periferia, el asalariado, la memoria de barrio. Por eso su influencia se siente en el rock urbano y en generaciones que aprendimos que la canción también puede ser ensayo breve.
Memoria viva (y un guiño al calendario)
Rockdrigo falleció el 19 de septiembre de 1985 durante el gran sismo de la capital. Cada año, alrededor de esta fecha, su figura vuelve al oído colectivo: en la estación Metro Balderas lo recuerda una estatua y su nombre acompaña homenajes y escuchas compartidas. Este texto quiere ser atemporal, pero hoy, precisamente, dejamos constancia de esa memoria poética.
Para empezar a escucharlo
- Hurbanistorias (reediciones en plataformas).
- “No tengo tiempo de cambiar mi vida” (lectura urbana e ironía existencial).
- “Estación del Metro Balderas” (crónica y mito de ciudad).
Rockdrigo nos enseñó que una canción puede pensar con nosotros. La ciudad cabe en tres minutos si sabes contársela a una guitarra.
Gracias, Profeta del Nopal. Tu humor, tu lucidez y tus hurbanistorias siguen sonando de fondo mientras la ciudad cambia de máscara.
0 Comentarios