«La vida vaga» es una obra de teatro, escrita por sus propios actores y que consiste en cinco monólogos interconectados, los cuales primero eran individuales y bajo un mismo concepto, el de la múltiple interpretación de lo que es la vida vaga

Este tema es tan interesante que no me resulta sencillo resumirlo, pues se perdería mucho sobre esta creación colectiva creada orgullosamente y cien por ciento en Cancún. Así que por ahora me enfocaré de modo breve solo en el aspecto del desarrollo creativo, y en otra ocasión hablaré sobre la historia y los personajes. 

Aunque los monólogos se escribieron de manera individual, desde el inicio el planteamiento fue crear una obra consistente y más que «una serie de monólogos afines» se buscaba «una misma historia». 

Es bien sabido que escribir una novela o un cuento conlleva algunas dificultades en el proceso creativo, y eso que hablamos de que casi siempre esos textos literarios son escritos por un solo autor, quien, como todo creativo y sus procesos, imaginación, estilo, preferencias, etcétera, suele enfrentarse a sus propios dilemas de creación. Ahora imagínate cinco actores-autores, y tres personas más, colaborando en la misma historia. 

Sería muy fácil pensar que un proceso creativo entre ocho personas podría resultar conflictivo y agotador. Lo segundo no lo desmiento, pues participé (colaborando con el director Ariel Cob y nuestra compañera Marena Sepúlveda) en esta creación literaria con salida teatral. Pero no puedo decir que haya sido conflictiva, o por lo menos no en un sentido negativo. Acaso un par de conflictos, se resolvieron con un diálogo impresionantemente inusual. 

Poco a poco el concepto tan... extraño... de la vida vaga fue tomando una forma extraordinariamente humana, hablando en un sentido algo así como poético. Las historias (los monólogos) se cohesionaron de un modo congruente y con un toque de significados y cuestiones implícitas que podrían (y vaya que se consiguió el propósito) multiinterpretarse. 

Se consiguió un resultado que no solamente es teatral, sino ultraliterario y hasta filosófico; puesto que zigzaguea entre lo absurdo, lo divertido, lo dramático y lo trágico; y ese zigzagueo se queda como una sensación post-obra teatral. Uno no sabe si la obra termina siendo trágica, absurda, divertida o sencillamente reflexiva, o como ya dije, que detona un ejercicio filosófico involuntario, provocado por este desarrollo de la idea: la vida vaga. Y qué importante, por cierto, el artículo "la", pues no se habla solamente de una vida vaga, sino que nuestro exquisito idioma español nos permite pensar en la vida misma siendo vaga, o en la situación de vivir una vida vaga.

La obra ha sido creada en la segunda mitad de este 2022 por los actores-autores Christian Coyoc, cuyo personaje es un ingeniero gay heteronormado; Manuel Hernández, cuyo personaje dinámico es un policía que se cruza directa o indirectamente en todas las historias; Aldrin Luna, quien nos podría hacer ver lo cerca que está el idealismo fingido del fracaso; Diego Ramos, quien hace un abordaje de la vida vaga precisamente en la calle lidiando con una sociedad prejuiciosa; y Drew Vela, quien creó un personaje cuya personalidad vaga desde la infancia con pretensiones de libertad e identidad sexual. Esta obra, por cierto, no es apta para menores de dieciséis años. 

Esta obra, de la cual pienso hablar un poco más a fondo próximamente, se presenta en La Carpita Teatro (estreno: 15 de octubre de 2022 y demás presentaciones se consultan en la página web del recinto cultural y en sus redes sociales), a un costo de $120 la entrada y con promoción para estudiantes y adultos de la tercera edad. 

Hay que destacar las cualidades de los actores-autores, pues no solo hicieron un trabajo literario estupendo, sino que supieron trabajar en colectivo, sabiendo comunicarse y cediendo ante necesarias modificaciones de sus historias, captando nuevas ideas e incluso implementando elementos insospechados en sus textos. Por eso me ha encantado llamarlos actores-autores, pues en ambos aspectos, el de la actuación y el de la escritura, estuvieron mostrando disposición y disciplina. Lo que les cuento en este breve texto no alcanza ni como asomo a ver todo lo que sucedió y lo que hicieron para llevarlo a cabo. 

Por lo anterior, es un verdadero placer haber sido testigo y participante de esta creación colectiva que, gracias a la buena actitud de los ocho implicados, se ha convertido en una de mis obras de teatro favoritas, con un sabor existencial y absurdo hasta la risa y la consternación.